Texto y fotografías: Luis Daniel Nava

Zitlala, Gro. 15 de febrero de 2024.- En el pueblo nahua de Zitlala hay una tradición que resiste y que son los adolescentes y niños quienes la mantienen viva: la batalla de los Xochimilcas.

Se trata de un ritual que recuerda una batalla que los ancestros libraron en el siglo XV cuando ejércitos de la Triple Alianza mantenían sometidos a los pueblos de la Montaña baja y les exigían pagar tributo. Además de que raptaban a las doncellas.

Los nativos planearon una estrategia de rebelión y por la noche simularon dormir vestidos con nahuas o faldas para confundirse con mujeres y contraatacar a sus enemigos.

Para rememorar esa pelea por su liberación, los nativos conmemoran cada año peleas a puño limpio en el centro de la población ataviados con nahuas, blusas blancas, rebozos a la cintura, pañuelo en el cuello y sombrero.

Danzan desde la víspera por las calles sinuosas de la localidad acompañados del sonido de un tambor y un canto de guerra.

Este año la tradición le dio paso a las nuevas generaciones. Los más grandes ya no usan el tradicional atuendo. Pelean con pantalón y una camiseta. Al contrario, los que aun portan nahuas y se cubren el rostro con un pañuelo son los más jóvenes, los adolescentes y los niños.

También participan mujeres jóvenes.

Son minutos de adrenalina que inician a las cuatro de la tarde. Puñetazos se estrellan en la cara y cuerpo del enemigo, la sangre empieza a brotar de bocas y frente. El pueblo se divide en dos bandos, los de la zona norte y los del centro y parte baja.

No faltan los aventajados que durante el año aprenden técnicas de boxeo para enfrentar a sus rivales curtidos en el trabajo del campo.

Pero a los que poseen tácticas de boxeo profesional también les revientan los labios los verdaderos luchadores de la vida campesina.

La música de viento ameniza las peleas y la danza de los Xochimilcas al culminar sus encuentros.

Por medio de sus familiares cercanos, como su hermano Mario, y la banda Cheto estuvo presente en la tradición el Xochimilca mayor del barrio de la Cabecera, Plácido Tianguis, fallecido hace dos semanas, el 29 de enero.

También el mezcal corre entre las venas de los pobladores.

Alrededor del cuadrilátero y en las gradas hay cientos de espectadores y autoridades que disfrutan la tradición como si fuera un coliseo de la antigua Roma. Tienen a sus favoritos y miran con asombro los golpes.

En esta edición no hubo mucho entusiasmo y ambiente de fiesta alrededor de las peleas. 
No llegaron visitantes de otros municipios en el contexto del colapso del transporte por la violencia que vive la capital del estado. Del vecino municipio de Chilapa fueron contados los asistentes.

Los que sí resguardaron la plaza central, pasillos y calles del primer cuadro fueron policías estatales, soldados y agentes de la Guardia Nacional.

Al menos desde 2017 los habitantes de Zitlala han padecido los estragos de la violencia por parte de grupos criminales al margen de las autoridades de todos los niveles de gobierno, pero este martes es de carnaval, es para danzar, para echar mezcales y para preservar una tradición.

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