Grupos de hombres encarnan a los tres personajes que participan en los rituales: los tlacololeros, los kotlatlastin y los tecuani, que suben al cerro grande a pelear

Texto Luis Daniel Nava

Acatlán, municipio de Chilapa, 5 de mayo de 2024.-. La población de la zona de la Montaña Baja de Guerrero subió al Tepehuehue, al monte grande, para clamar a la naturaleza por la lluvia y fertilidad de la tierra, en un año crítico por la sequía e incendios forestales. 

La población en masa fue acompañada en la travesía cuesta arriba por grupos de hombres que encarnan a los tres personajes que participan en los rituales: los tlacololeros, los kotlatlastin y los tecuanis.

Los tlacololeros representan a los campesinos que siembran en las laderas y los kotlatlastin al viento; éstos realizan danzas mientras los tecuan o tecuani (jaguares) pelean entre sí.
Es un sacrificio, dice Brayan de 14 años, minutos antes de ataviarse para transmutar en tecuan y pelear para ofrecer su fuerza y sangre al dios Tláloc para que éste la devuelva en lluvia.


Acatlán, comunidad de 10 mil habitantes, es uno de los pueblos nahuas de Guerrero. Preserva una identidad cultural basada en su lengua, su cosmovisión del universo, la ritualidad a la naturaleza y la organización comunitaria.

Los rituales agrícolas, conocidos como Atzatzilistli, se practican del 25 de abril al 5 de mayo en el cerro de Oztotempan, en Atliaca, municipio de Tixtla, así como en los montes ceremoniales y manantiales de agua de Acatlán, Chilapa, y en la cabecera municipal de Zitlala. En mayo también hay ceremonias en Tecoanapa, municipio de Ahuacuotzingo.

Es un sincretismo asociado a la festividad de San Marcos, a ceremonias y rituales para un buen temporal y a la adoración de la cruz.

Cada ceremonia tiene su particularidad. Hasta El Cruzco (cerro de la cruz) o Tepehuehue (el monte grande) de Acatlán, sitios sagrados, la población llega con fervor el 2 de mayo.
Lo hace desde la madrugada para recorrer 12 kilómetros cerro arriba, entre veredas y una docena de cruces en el camino, a las que les son encendidas velas.

Para el excomisario Florencio Díaz Nejapa, más allá de pedir la lluvia, la ceremonia en el Tepehuehue es un clamor a la naturaleza.


“Todo esto es una petición de lluvias, pero siempre he dicho que es un clamor. Nosotros hacemos el grito de exclamación donde convocamos al fuego, a la madre tierra, al agua y a los vientos del norte.
“Son cuatro puntos cardinales, debemos tomar en cuenta los cuatro elementos fundamentales”, dice. «Se viene a clamar, a pedir que tengamos una buena producción en el campo. Es la finalidad de toda la comunidad”.

En el centro ceremonial además hay cuatro mujeres que portan una rama de tomoxóchitl, la flor del corazón de los cerros.
Sus novios, ataviados de tecuanis, se las entregaron como símbolo de un compromiso, un eventual casamiento.  
El tomoxóchitl nace en los órganos que crecen en la cúpula de los encinos de 20 a 30 metros de altura y que se encuentran en el cerro o en los peñascos de las barrancas, explica Jesús Adonaí, profesor de esta comunidad nahua

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