Al menos 500 huyeron de la comunidad para refugiarse en Chichihualco y Chilpancingo

Texto y Fotografías: Bernardo Torres
Video: Especial

El Naranjo, Gro., 01 de julio de 2019.- Dos ataques con armas de grueso calibre, de más de una hora cada uno, por miembros de la autodenominada Policía Ciudadana de Tlacotepec, fue lo que vivieron  habitantes de la comunidad de El Naranjo, en la Sierra del municipio de Leonardo Bravo, la tarde del domingo, y la mañana de este lunes.

De acuerdo con el relato de los pobladores, el primer ataque se registró, alrededor de las 18:00 horas del domingo, desde un cerro conocido como «El Cantón», cerca de la comunidad de Tres Cruces, territorio controlado por la policía ciudadana de Tlacotepec.

La población fue tomada por sorpresa, pues manifiestan que ahí nada tienen que ver en la disputa de la plaza que mantienen el Cartel del Sur y el grupo armado de Tlacotepec, quienes desde el 11 de Noviembre tomaron varias localidades del Filo Mayor.

Hombres, mujeres, niños y adultos mayores, se refugiaron en pequeños espacios de concreto con los que cuentan; una barda, una pileta de agua, una pared o muro, o cualquier lugar que los protegiera de las balas que provenían de una distancia de alrededor de dos kilómetros de distancia.

Otros, luego del ataque con armas de grueso calibre emprendieron la huida, de mil habitantes que tenía la comunidad, al menos la mitad huyó a través de los cerros y barrancas hacia la cabecera municipal, Chichihualco, pernoctaron donde pudieron, y por la mañana partieron a Chilpancingo, y de ahí se dispersaron para sobrevivir por sus propios medios.

Esta vez, no tuvieron ningún apoyo por parte del Gobierno Municipal, que encabeza Ismael Cástulo Guzmán, ni del Gobierno de Héctor Astudillo Flores,  pasaron desapercibidos por la cabecera, en busca de un lugar seguro.

En El Naranjo quedaron decenas de casas con impactos de bala en los techos, las láminas de aluminio galvanizado no fueron obstáculo, estaban incrustadas en paredes y muebles de las casas, algunas de madera y cartón, las que les fue menos peor, las de adobe y concreto.

Uno de los habitantes, mostró su vivienda, rayos de luz ingresan por los orificios que dejaron las balas, tomó dos cobijas y una almohada y se instaló en un rincón que consideró seguro, mientras llovía plomo en su localidad.

En la zozobra pasaron la noche, y por la mañana salieron a ver las consecuencias del ataque, decenas de casa perforadas, animales de traspatio muertos que no pudieron escapar del fuego, entre ellos, chivos, vacas, caballos, incluso gallinas; que la mayoría estaban amarrados o encerrados en un corral sin la oportunidad de huir.

Aún recorrían la comunidad, cuando fueron sorprendidos por segunda ocasión, fue aproximadamente a las 12: 00 horas de este uno de julio, seguían en la indefensión total, más de 10 llamadas de auxilio, ni el Gobierno Municipal,  Estatal o Federal acudió. Nuevamente se escondieron donde pudieron.

Al arribo de un grupo de reporteros, los pobladores que se quedaron, narran que no se van a ir, que ellos no deben nada, y tampoco tienen pactos con ningún grupo criminal o comunitario «como sea que se llamen».

Uno que otro, se asomaba por su puerta o ventana, que al ver pasar a alguien cierran de manera brusca, otros que se observan relajados se sientan sobre las banquetas, dicen que no es contra ellos, y por lo tanto no tienen miedo.

Mientras enseñan a los reporteros las perforaciones en sus viviendas, piden no andar en grupo, pues dicen que «los contras» están observando, y disparan a las concentraciones de personas, incluso se agachan al cruzar las calles, y se parapetan, como si siguiera el ataque armado.

No van a huir, van a quedarse en su comunidad, a pesar de que no haya ninguna corporación policiaca, piden la presencia incluso de la Guardia Nacional, que acaba de entrar en funciones, porque el asedio es criminal.

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