Encabezó por la mañana procesión por el Domingo de Ramos en el Zócalo
Texto: Ignacio Hernández Meneses
Con la casa de Dios llena dónde no cabía ni un ramito de Ramos más, desde el púlpito de la iglesia de la Soledad, Monseñor Leopoldo Rodríguez Rodríguez, pidió a los creyentes congregados adentro y afuera del templo, a no ser indiferentes al dolor de la violencia en Acapulco.
Exhortó a los católicos a no acostumbrarse al dolor de la violencia desatada, a no ser indiferentes «ante nuestros hermanos víctimas de la violencia, de la extorsión, del cobro de cuotas, de piso…»
Durante la homilía dominical, acompañado de dos sacerdotes, evocaron de las Santas Escrituras a San Lucas, resaltando que «Dios está con nosotros en cada herida».
Monseñor habló de Judas el traidor, el chapulín político de aquel entonces que vendió su fe a cambio de 30 denarios para entregar al Señor. También habló de Pedro, que se hizo el desmemoriado cuando tres veces le recordaron a Jesús. Ese Pedro bien hubiera sido hoy senador de la República, por negar al Señor.
En este relato de la Pasión, a tres voces, dejó varias lecturas a los creyentes que escucharon que Simón Sirineo venía de chambear y lo obligaron a cargar la cruz, sufriendo la represión del Estado romano y pasó así, a la historia divina, sin deberla ni temerla, algo así como un daño colateral de hoy en día.
De igual forma, oró por los que hoy en carne propia sufren de violencia, y también rezó por aquellos que la propician para que está Semana Santa entren a un proceso de reconversión y cambiar sus vidas haciendo el buen común.
Eran tantos los creyentes, que la bendición de palmitas se realizó en las puertas laterales y por supuesto la vendimia de las palmas tapizaron la plaza Juan Álvarez, desde cinco hasta, 30 y 50 pesos el ramo para que le rociaran agua bendita y colocarla atrás de la puerta de la casa, como lo ordena la milenaria tradición.